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LA OTRA VIDA

Aventura / 23 marzo, 2020

Como cada noche Trébol salía de su casa sin hacer ruido, nadie le veía, olía ni le sentía, era el ser más particular, raro y diferente del barrio, que barrio, del hermoso pueblo en donde vivía. Maravalia era un pueblo al norte del norte, tenía un encanto especial, las escuelas daban asignaturas diferentes, como la clase de emociones, (imaginaros el resto) donde Trébol disfrutaba y absorbía cada segundo. Los niños crecían lentamente como un bizcocho en el horno, sin prisas, saboreando la infancia como se debe saborear, en su adolescencia se respetaban y cuando pasaban el umbral de esta complicada edad, ajustaban sus vidas según el deseo de vivirlas.

Trébol tenía 37 años, casado con Mapenzi, nombre que le puso su padre cuando viajaba por Zambia y es la traducción al castellano de cariño en Swahili. Tenían tres hijos, Asia, la mayor de 18 años, África y Truco mellizos de 8 años, los tres por supuesto que iban al mismo colegio  donde fueron sus padres, la educación era la base, del resto ya se encargaba la vida de ponerlo en marcha y en práctica.

Trébol como cada noche salía en sigilo, viajaba al centro de muchos sitios que aun sin significado siempre buscaba con perseverancia. Le gustaba ir primero a casa de su padre, con el compartía charlas largas e interminables, charlas con olor a cerezas y sabor a caramelo de limón, después masticaba el beso en la frente de su madre. Hora de volver de dónde vengo.

Como cada mañana Trébol y Mapenzi preparaban el desayuno para la familia, es una de las pocas reglas que tenían, todos desayunaban juntos y tal como les enseñaban en clase enumeraban todas las cosas chulas que tenían que vivir ese mismo día.

Trébol escritor poco reconocido pero un feliz en potencia, se encargaba del hogar y de escribir todo lo que se le ocurría. Mapenzi era profesora de Inteligencia Emocional en el colegio de toda la vida, la costó mucho que al principio la gente entendiera que era la base del resto, pero poco a poco con su esfuerzo la calidad del mensaje llego a cada rincón de su Maravalia

Aunque parezca, sus vidas no eran rutinarias, todo lo contrario, en sus trabajos y colegios disfrutaban cada momento y cuando llegaba la tarde y regresaban a casa ponían en marcha su imaginación y empezaban a trabajar la motivación, la felicidad, la ternura, el amor, la pasión, El juego de los valores que Trébol creo para él y su familia.

Como cada noche Trébol salía despacio, hoy toca visitar la cala del aceite, una calita muy especial a 4,5 km de su casa, donde se respiraba tranquilidad, el nunca dejaba que nadie le acompañara, era su momento de desahogo emocional y lo quería vivir y disfrutar intensamente. En la Cala del Aceite nunca había nadie, solo él y su pensamiento tan real como el sonido de las olas chocando lenta y suavemente en sus pies.

Al día siguiente sentía la frescura y el olor del mar en toda su habitación, solo le quedaba eso.

Los críos crecían, el amor hacia ellos y hacia Mapenzi crecía, todo en armonía bajo un control descontrolado.

Hoy toca jugar al escondite cognitivo, Trébol lo creo para marcar diferencias entre lo real y lo irreal, para que sus hijos aprendieran a conocerse desde pequeños de una manera diferente. Otro  juego que les divertía mucho era  ser partes del cerebro, África era la amígdala los mellizos el hipocampo y el tálamo, que curios los tres del sistema límbico y solo podía hablar y actuar de esa manera.

Al caer la noche Trébol se preparaba para salir de nuevo, hoy tocaba ir a un pueblo cercano donde solía estar con gente de su pandilla, recorría las calles empedradas y muy coquetas del lugar, la única condición es que no podía interactuar con nadie, por muchas ganas que tuviera de dar abrazos o miradas no podía hacerlo. Ese día Trébol no cumplió su palabra y no pudo reprimir el intentar dar un abrazo a una amiga de toda la vida a la que le costaba encontrar normalmente, Misu fue su primer amor, vamos de los que te acuerdas media vida y la otra también, vivieron una niñez y adolescencia plena, una comunión total, pero en esta vida no sería posible, quedaron para la próxima o la otra, no había prisas. Los dos tenían un pacto, para saber quién somos y reconocernos en otro cuerpo nos haremos un gesto cuando nos crucemos en otra vida, nos haremos el signo del infinito

A la mañana siguiente, Mapenzi como cada mañana se levantó, hizo el desayuno, dejo a los niños en el cole y aprovecho para ir a visitar a Trébol en un descanso. Él estaba como siempre postrado, en la cama de la habitación 287 del Hospital General, con los cables y tubos que le ataban a la vida hace más de 4 años Ella se sentó a su lado y como siempre le susurraba lo bien que iba todo y lo mucho que le añoraban, que todos estaban preparados para su marcha cuando él lo decidiera.

Aquella noche ante la imposibilidad de salir por incumplir el pacto Trébol decidió irse para no volver, convencido de que su hora había llegado.

 

Firmado : «EL CANALLA»






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